Ruidos

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Casi todos los días, mi hermana Cynthia vuelve tarde de trabajar. Me contó que una de estas noches cando regresaba a casa, se encontró en la avenida con dos ciegos. Los ciegos eran una pareja de novios y esperaban al borde de la pista que alguien los ayudase a cruzar. No pasaban muchos carros. No había ni un alma en la calle. Era más de medianoche. Cynthia los tomó de la mano y los tres cruzaron juntos. Cuando ya estuvieron del otro lado el chico le dijo: Gracias por ayudarnos. A veces tenemos tanto sueño, que nos cansamos de esperar a alguien que nos ayude y tenemos que cruzar solos. Mi hermana preguntó - ¿Y no les da miedo?. La chica dijo - Mucho, pero no podemos hacer otra cosa. Tratamos de guiarnos por los ruidos nocturnos: los aires acondicionados de las oficinas, las máquinas de una fábrica cercana, un avión llegando a Lima o el motor veloz de un auto que viene hacia nosotros.









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