viernes, febrero 24

Ricardo, Carlos, Brigitte y Cesar

Bruno me dijo que vio un hombre de negro sentado en la banca de un parque y que se asustó un poco porque era de madrugada y a esa hora era raro que un tipo de negro estuviese allí. Bruno además estaba borracho, así que eso aumentó su paranoia y disminuyó el paso avanzando a la expectativa de que el hombre le saltara al cuello con una navaja. Al final, cuando Bruno estuvo solo a dos metros del hombre, resultó que sólo era una estatua de Ricardo Palma. Ese señor que escribió un relato llamado ‘Al rincón quita calzón’ y que ahora le han hecho una clínica, una universidad, un colegio, y una avenida por la que justo hoy pasé.

A veces a los alcaldes se le ocurre poner las estatuas en lugares poco convencionales y la gente se asusta. En Copacabana hay una estatua del poeta Carlos Drummond en una banca de granito frente al mar. Está sentado en un lado y mira hacia el otro de modo que si uno se sienta a su lado da la impresión de que uno está hablando con él. Yo iba con mi guitarra y le cantaba canciones.

En Buzios, no muy lejos de Río de Janeiro, hay una estatua de Brigitte Bardot sentada sobre una maleta mirando al mar. Cuando llegamos, Fernando y yo nos tomamos una foto recostados sobre el hombro de Brigitte pensando en que estábamos viviendo el sueño del hermanito chiquito de Mafalda. Pero claro, para el papá de Fernando aquello no era suficiente. Para él, Brigitte Bardot venía a ser una especie de Nicole Kidman de su época, de modo que después de tomarse una foto dándole un beso, se tomó una sentado sobre sus piernas, y finalmente una agarrándole las tetas e intentando meter la lengua entre los labios de bronce de Brigitte. Todo eso, mientras Nelly su esposa, tomaba la foto.

El otro día estaba con Gonzalo en el parque César Vallejo, que es algo así como mi parque favorito porque hay una fuente como de veinte mil metros de alto desde donde cae agua de 10 a 12 y de 4 a 6. Y bueno, resulta que en este parque hay una estatua de César Vallejo apoyado sobre su mano y mirando hacia la fuente de veinte mil metros. Unas niñas muy monas estaban jugando en la fuente porque bueno, no era hora de que caiga agua y podían correr sobre las piedras húmedas. Las niñas eran algo así como las vírgenes suicidas y corrían alrededor de Vallejo y luego se le comenzaron a subir encima y a rodearle con los brazos y la falda y el cielo. Entonces la estatua del poeta parecía casi a punto de moverse. Mientras tanto, Gonzalo y yo lo mirábamos. Lo mirábamos y pensábamos en Trilce, en Los nueve monstruos, y pensábamos en que después de todo, esas noches en vela escribiendo puede que valgan la pena.




brigitte bardot

6 comentarios:

Anónimo dijo...

puede que si. grande Pierre

marc dijo...

el maestro eres tú, pierre!

pero prometeme que vas a empezar a dormir tus nueve horas diarias

:(

M. dijo...

zz,

:) dale

*Pgaega

Miriam dijo...

Palma hubiera escrito el "tinterillo y la pluma de paloma".
Drummond las hubiera trocado por gaviotas. Vallejo y nunca Vallejos se hubiera llevado con el a una paloma herida y la hubiese curado para no verla morir. O si, y compararsele.
Y a Brigitte no la deben cagar ni las palomas. es ecologista.
Saludos, me recomendaron tu lectura y la recomendare a mi vez.
Maese Pierre que bien escribes. cuídate de las palomas.

Anónimo dijo...

Es dificil comentar tus textos cuando son así. Hoy habria q decir mucho o solo queda expresarlo como no se cómo.
que maravilla escribir asi sobre lo cotidiano, como los parques, como las estatuas (no las q habria q descabezar) sino las q dan ganas de cantarles canciones...
Si en Lima tienen una fuente como de nos se q miles de metros entiendo q tengan tan buenos escritores jaaaaaaa. Me encanto esa parte, y los horarios, y que bien escribis. as usual.
s & t.3.c.c.

Anónimo dijo...

Best regards from NY! » » »